Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, bautizado el 1 de enero de 1618-3 de abril de 1682) fue un pintor barroco español. Formado en el naturalismo tardío, evolucionó hacia fórmulas propias del barroco pleno con una sensibilidad que a veces anticipa el rococó en algunas de sus más peculiares e imitadas creaciones iconográficas, como la Inmaculada Concepción o el Buen Pastor en figura infantil. Personalidad central de la escuela sevillana, con un elevado número de discípulos y seguidores que llevaron su influencia hasta bien entrado el siglo XVIII, fue también el pintor español mejor conocido y más apreciado fuera de España, el único del que Sandrart incluyó una breve y fabulada biografía en su Academia nobilissimae artis pictoriae de 1683 con el Autorretrato del pintor grabado por Richard Collin. Condicionado por la clientela, el grueso de su producción está formado por obras de carácter religioso con destino a iglesias y conventos sevillanos tanto como a la devoción privada, pero a diferencia de otros grandes maestros españoles de su tiempo cultivó también la pintura de género de forma continuada e independiente a lo largo de buena parte de su carrera. Murillo debió de nacer en los últimos días de 1617, pues fue bautizado en la parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla el 1 de enero de 1618. Era el menor de catorce hermanos, hijos del barbero Gaspar Esteban y de María Pérez Murillo, que procedía de una familia de plateros y contaba entre sus parientes cercanos con algún pintor. Conforme al uso anárquico de la época, aunque alguna vez firmó Esteban adoptó comúnmente el segundo apellido de la madre. Su padre era un acomodado barbero, cirujano y sangrador al que en ocasiones se le da tratamiento de bachiller, y del que en un documento de 1607 se decía que era «rico y ahorrador», arrendatario de algunos bienes inmuebles junto a la iglesia de San Pablo cuyos derechos de segunda vida heredó Bartolomé y le proporcionaron rentas por subarriendo durante casi toda su vida. Con nueve años y en el plazo de seis meses quedó huérfano de padre y madre y fue puesto bajo la tutela de una de sus hermanas mayores, Ana, casada también con un barbero cirujano, Juan Agustín de Lagares. El joven Bartolomé debió de mantener buenas relaciones con la pareja, pues no mudó de domicilio hasta su matrimonio, en 1645, y en 1656 su cuñado, ya viudo, le nombró albacea testamentario. Apenas se tienen noticias documentales de los primeros años de vida de Murillo y de su formación como pintor. Consta que en 1633, cuando contaba quince años, solicitó licencia para pasar a América con algunos familiares, motivo por el que hizo testamento en favor de una sobrina.9 Según la costumbre de la época, por esos años o algo antes debió de iniciar su formación artística. Es muy posible que, como afirmó Antonio Palomino, se formase en el taller de Juan del Castillo. En 1645 Murillo contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera Villalobos, de una familia de acomodados labradores de Pilas y sobrina de Tomás Villalobos, platero de oro y familiar del Santo Oficio que la tutelará al pasar a Sevilla. El matrimonio tuvo diez hijos, de los que únicamente cinco —la menor de quince días— sobrevivieron a la madre, fallecida el 31 de diciembre de 1663.Sólo uno, Gabriel (1655-1700), trasladado a las Indias en 1678, apenas cumplidos los veinte años, y que llegó a ser Corregidor de Naturales de Ubaque (Colombia),parece haber seguido el oficio paterno para el que, de creer a Palomino, era sujeto de buenas prendas y «mayores esperanzas».El mismo año de su matrimonio recibió el primer encargo importante de su carrera: los once lienzos para el claustro chico del convento de San Francisco de Sevilla, en los que trabajó de 1645 a 1648.En 1658 pasó algunos meses en Madrid. Se desconocen los motivos de este viaje y lo que hiciera durante su estancia en la ciudad, pero cabe suponer que, estimulado por Herrera, quisiese conocer las últimas novedades que en materia de pintura se practicaban en la corte. De regreso a Sevilla se ocupó en la fundación de una academia de dibujo, cuya primera sesión tuvo lugar el 2 de enero de 1660 en la casa lonja. Su objetivo era permitir tanto a los maestros de pintura y escultura como a los jóvenes aprendices perfeccionarse en el dibujo anatómico del desnudo, para lo que la academia facilitaría su práctica con modelo vivo, sufragado por los maestros, que aportaban también el gasto en leña y velas, pues las sesiones tenían lugar por la noche. Murillo fue su primer copresidente, junto con Herrera el Mozo, que marchó ese mismo año a Madrid para asentarse definitivamente en la corte. En noviembre de 1663 aún participó en la sesión que acordó la redacción de las constituciones de la academia, pero para entonces había dejado ya su presidencia, pues al frente de ella aparece en la documentación Sebastián de Llanos y Valdés. Según Palomino, que pondera siempre el carácter apacible de Murillo y su modestia, la habría abandonado y establecido academia particular en su propia casa, para no vérselas con el carácter altivo de Juan de Valdés Leal, elegido presidente a continuación, quien «en todo quería ser solo». La leyenda de su muerte, tal como la refiere Antonio Palomino, se relaciona precisamente con este encargo, pues habría muerto como consecuencia de una caída del andamio cuando pintaba, en el propio convento gaditano, el cuadro grande de los Desposorios de Santa Catalina.
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