Dentro de la brillante tradición pictórica española, la pujanza que adquirió la producción de pintura andaluza durante el periodo comprendido entre mediados el siglo XIX y la primera mitad del XX, habría que referirla como un momento en alza. Ciertamente un tiempo en el que cristalizaron varias generaciones de artistas andaluces de gran nivel, que obtuvieron respecto de otros anteriores, una mayor relevancia y visibilidad. Hablamos no sólo a un nivel nacional, sino también, en algunos casos y en determinados momentos, una difusión internacionalizada. La misma historiografía refiriéndose a ese periodo, lo ha interpretado y descrito como resultado de una fecunda escuela pictórica, netamente andaluza por derecho propio. Este es el caso de la continuidad de muchos artistas centrados en el cultivo de un costumbrismo andaluz, persistente, aunque con diversos matices estéticos y variaciones estilísticas, pero que se consuma en un Regionalismo extensivo, en realidad prácticamente vigente hasta nuestros días. Lo cual, constituye, junto con otras aportaciones más personales y renovadoras, una escuela extensa, y a la vez definida, sin duda por una personalidad cultural de características comunes