Sebastián Martínez Domedel

Descubre sus obras

Natural y vecino de Jaén, según Antonio Palomino cuya información procede de Antonio García Reinoso, que fue discípulo del pintor, llegó a Madrid después de la muerte de Velázquez, de quien se ha dicho sin fundamento que pudo ser discípulo y colaborador. No ha sido posible establecer la fecha de su nacimiento, habiéndose publicado dos partidas de bautismo contradictorias, ninguna de las cuales parece corresponderle. Nada se sabe de su formación, habiéndose supuesto que pudo tener lugar en Córdoba, donde se conservan algunas de sus obras, en el taller de Juan Luis Zambrano, supuesto discípulo de Pablo de Céspedes, o con Antonio del Castillo, lo que permitiría explicar su dedicación a los paisajes, atestiguada por Palomino, quien decía haber visto una Aurora de su mano. Pero también pudo tener lugar en la propia ciudad de Jaén, donde se documenta en 1600 a Diego Domedel, abuelo de Sebastián Martínez por parte de madre, con oficio de pintor, profesión también era la del padre, a quien se documenta en 1640 ocupado en el dorado del retablo mayor de la parroquial de Santo Tomás de Úbeda. En cualquier caso, es en Jaén donde estableció su taller, al menos desde la fecha de su boda, no tardando en alcanzar prestigio en la ciudad, en la que en 1640, al recibir a Francisco Santo como aprendiz en su taller, se le calificaba de maestro insigne del arte de la pintura. Lo que de Sebastián Martínez se conserva firmado o documentado muestra a un artista ecléctico, desigual incluso dentro de una misma obra, que utiliza estampas y copia con habilidad a los maestros antiguos (la Flagelación de Navarrete el Mudo o el Descendimiento de Daniele da Volterra para el citado retablo de la Santa Faz de la catedral de Jaén), tanto como imita a los modernos según se advierte en la Inmaculada del convento de dominicas del Corpus Christi de Córdoba, réplica, al parecer, de la perdida Inmaculada de Alonso Cano para la capilla de San Isidro en la iglesia de San Andrés de Madrid. Pero en la más temprana de sus obras conocidas, el Martirio de san Crispín y san Crispiniano, de los años finales de la década de 1630 (Palacio episcopal de Jaén), se advierten ya dos de los rasgos constantes en su ulterior producción: el interés por el desnudo anatómico y la soltura de la pincelada generosamente empastada.Muy interesante por razones iconográficas es el San José con el Niño adquirido en 2009 por el Museo del Prado. De procedencia ignorada, pero firmada «Sebast.us f. Giennii» y pintada probablemente en la década de 1650, a juzgar por la mayor precisión en el dibujo y la contención cromática, muestra a San José reteniendo la mano del Niño Jesús ante un cesto de mimbre con frutas, integrando así el motivo del bodegón, tratado con notable habilidad formal, en el relato de la Pasión, pues las frutas que san José quiere evitar que tome el Niño, vestido con túnica carmesí, son uvas y granadas, con significado sacrificial y eucarístico.

Bibliografía